miércoles, 20 de enero de 2016

Horquetas-estancia Librun

La noche ha sido estupenda. Con la tripa llena de polenta he dormido como un rey y la mañana se despierta soleada y sin mucho viento.

El plan de hoy era llegar a La Esperanza donde comer algo y descansar un poco (60km) para continuar después hasta alguna estancia (las estancias son ranchos de ganado en medio de la desolada pampa).
La primera parte se cumple bien y aunque llegamos algo cansados a La Esperanza nos anima la comida y la conversación con los camioneros que allí almuerzan. Uno de ellos nos sugiere una estancia a 20 km. Nos parece una distancia muy saludable porque cerraríamos la etapa con 80 km. que viene a ser la media de estos días.

Volvemos a la carretera ahora ya propiamente la ruta 40. Sin embargo a los 20 kilómetros no hay nada. Ni río ni casa ni estancia. Sólo tenemos la opción de seguir pedaleando en una tarde bonita hasta que veamos algo humanamente habitado.
Sucede cuando el cuentakilómetros marca 100. La estancia Lebrun parece deshabitada momentáneamente porque sí que hay dos perros, un coche y señales de vida. Alejo va dar una vuelta y vuelve con el dueño Osvaldo.

Osvaldo es un hombre gigante y mayor que se maneja en una pick-up tremenda con mucha soltura. Habla despacio y se toma mucho tiempo para responder. Nos permite pasar la noche en la estancia y nos indica donde podemos dormir y donde ducharnos. Tendremos agua y techo así que allá vamos.

Al rato Osvaldo regresa y conversamos tranquilamente sobre Argebtina, la Patagónica, España, nuestro viaje... Cuando le pregunto de dónde es me dice que de Rosario y yo no puedo aguantar la siguiente pregunta...y cómo acabó aquí?

Comienza su relato diciendo que era mecánico y su hermano le pidió que viniese a Río Gallegos a arreglar un motor. Resulta increíble. Sin darme cuenta de que le estaba cortando les preguntó: y entonces usted sabe soldar?

A partir de ahí la magia de los viajes y las generosidad humana me regalan un buen punto de soldadura en mi dañado portabultos.

_Osvaldo, nos das techo y agua y me sueldas la parrilla, cómo te lo puedo agradecer?

Osvaldo vuelve a pensar tranquilamente y me dice con tono severo:

_Una cosa sí te voy a pedir. Si alguien en tu camino necesita de tu ayuda, haz lo mismo que yo he hecho.

Lo cierto es que suena tremendamente bíblico pero me parece que tiene todo el sentido del mundo.

Osvaldo regresará una vez más para decirnos que Diego, uno de sus empleados va a preparar un guiso...es el colmo de la generosidad.

En diez días la preocupación por resolver las contingencias del viaje está siendo sustituida por la de cómo hacer para agradecer todo lo recibido.

Hoy he visto por primera vez unas montañas en el horizonte. Los Andes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu mensaje se publicará tras ser confirmado por el/la moderador/a