Ordeñan los pechos de Tierra del Fuego mientras surco su epidermis sobre mi bicicleta. Le clavan las máquinas y aguijonean hasta encontrar la arteria principal. Luego bombean cientos de dólares por minuto a sus extremidades donde la sangría lleva en marcha más de medio siglo. Litros de dólares pasan entubados a escasos metros de la casa de Victoria en Punta Delgada.
Ella estudia secundaria y pronto irá a la universidad en Punta Arenas para ser maestra. En el pueblo de Victoria pronto tendrán asfalto en las calles... y alcantarillado. Dentro de dos o tres años, ya está por venir, me dice la asistenta de salud. Victoria nos pregunta muchas cosas, tiene ganas de saber, ganas de vivir. Y aprovecha todo y a todos para aprender.
Geopark llegó hace unos años a esta región de Chile con la tecnología adecuada para extraer lo que nunca tendrán sus habitantes.
Huele a gas la entrada de los pueblos y sabe a petróleo el aire con el que nos apartan los camiones.
A Tierra del Fuego le sangran los pechos y ella se deja violar resignada y compasiva. Victoria será una fabulosa maestra cuando Punta Delgada tenga alcantarillado.
La última ciudad del sur parece, paradójicamente, estación de paso y no meta.
ResponderEliminar¿Quien podría querer acabar aquí su camino?
La Tierra del Fuego quema de frío. Rodeada de agua y nieve en primavera
cubierta por el hielo en invierno
el fuego que alimentó la historia de los primeros reyes-pescadores
se extinguió en apenas una vida, a golpe de vela y galeón
de viento europeo, de alcohol, miseria y dolor, traídos de otro continente.
Infrahumanidad degradada.