lunes, 25 de enero de 2016

Bajo Caracoles - Perito Moreno (20 Km. y El Milagro)


El autobús nos deja a las 6 de la mañana a 300 metros de cuatro casas que resultan ser Bajo Caracoles. Solo funciona un hostal restaurante que no abre hasta las siete y media y hace un viento gélido que nos incomoda muchísimo el traslado de nuestras cosas hasta una pared que nos proporcione algo de resguardo. 

Allí volvemos a montar las bicicletas que habíamos desarmado para poder cargarlas en el bus. Luego esperamos congelados a que el encargado abra el pequeño bar del hostal. Nuestro plan es ir a visitar la Cueva de las Manos,  un registro de la presencia de grupos nómadas prehistóricos en esta región que ha sido calificada de Patrimonio de la Humanidad.

Creíamos que habría visitas guiadas que incluyesen el traslado pero no es así. Hay que ir por tu cuenta y se encuentran a 41 kilómetros de puro ripio. Ninguno de los dos lo vemos viable así que le pedimos a un señor que hace traslados precio para llevarnos allá. Nos pide 800 pesos, lo que costarían 13 noches de alojamiento en un camping municipal...no.

Mientras pensamos aparecen Heidi y José Antonio, la pareja de Mendoza que habíamos conocido en la gasolinera de Tres Lagos. 

-No hay problema -nos dicen- acomodamos el equipaje y se vienen con nosotros. 

Resultan ser simpatiquísimos y muy amables. El camino nos brinda la posibilidad de hablar tranquilamente sobre Argentina, España, la educación (Heidi es profesora de Secundaria), los viajes y un montón de cosas más. 

De vuelta a Bajo Caracoles un armadillo se cruza en nuestro camino y José Antonio, un hombre de campo, le pide a Heidi que pare y corre detrás de él hasta agarrarlo con una habilidad espectacular. Solo quiere acariciarlo y que lo veamos. Parece feliz y todos lo somos. Continuamos y vemos zorros y otro armadillo. El terror de los armadillos vuelve a hacer de las suyas para darle un par de caricias y volverlo a soltar. 

Al llegar intercambiamos contactos y les agradecemos el buen rato y el favor que nos han hecho. Parecen gente muy especial. 

Polo es un motorista de Madrid que anda recorriendo América en una moto. Lleva un año y tiene planes para bastante más. Mientras comemos nos pregunta qué vamos a hacer. Lo cierto es que no lo tenemos claro. Perito Moreno está a más de 100 km. de aquí y no llegaremos hoy aunque salgamos, menos aún con tanto viento. Por otro lado podríamos rodar un poco y quitarnos 40 km. del día siguiente para asegurar la llegada a Perito. Tomamos esta última opción a pesar de que el viento está muy fuerte. Pensamos que hay tiempo para ciclar tranquilamente y cubrir ese corto tramo...y nos equivocamos. 

El viento nos pega de frente y apenas nos permite avanzar a 7 km/h. Me tira a la cuneta varias veces y nos parece peligroso y poco sensato continuar. Después de dos horas no hemos hecho ni veinte km. y estamos en mitad de la nada más ventosa y hostil que nos ha regalado este viaje. Tratamos de parar una camioneta que nos acerque a algún refugio pero no hay suerte. Avanzamos poco a poco hasta divisar a lo lejos lo que podría ser una estancia. No se ve claro pero parece un galpón junto a unos árboles. Está en mitad de un valle y podría tener agua. Suficiente para pasar la noche. Cubrimos un par de kilómetros de ripio que separan la edificación de la ruta y  nos alegra ver que está habitada. El dueño nos permite acampar y más aún nos invita a dormir bajo techo. Les pide a dos empleados que nos preparen un té y nos permite refugiarnos para quitarnos el frío.

En su conversación nos dice que su hijo tiene que venir con la furgoneta para llevar a uno de ellos a Perito y que si queremos nos puede acercar...no sé quién de los dos dijimos antes que sí. Hacía menos de una hora habíamos barajado una acampada de emergencia en la cuneta de la carretera y ahora podíamos llegar a dormir a Perito y olvidar este día de viento infernal sin perder días de viaje. Tomamos el té con dos hombres de campo que han pasado toda su vida carneando, esquilando y cabalgando. Nos invitan a cenar patatas con carne porque el hijo del patrón está tardando. Me hace sentir un poco mal pero trato de disfrutar tanta hospitalidad. Vemos atardecer en una estancia en mitad de la pampa justo antes de que vengan a recogernos y nos lleven al camping de Perito. Armar la tienda a las doce de la noche es la menor de las molestias después de un día como hoy.

Todas las estancias que hemos cruzado tienen nombre propio. Esta estancia que apareció de la nada cuando no teníamos una solución se llama El Milagro.













No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu mensaje se publicará tras ser confirmado por el/la moderador/a